El laberinto de la rosa by Titania Hardie

El laberinto de la rosa by Titania Hardie

Author:Titania Hardie
Language: es
Format: mobi
Published: 2009-02-08T23:00:00+00:00


ALEX TELEFONEÓ A MAX; ÉSTE ESTABA APROVECHANDO LA OCASIÓN PARA arrastrar a Siân a todos sus lugares favoritos. Entretanto, Lucy cortó ajos de ascalonia y limones y puso en una fuente el pez de San Pedro que habían conseguido en el mercado el día anterior. La cocina era espaciosa e iluminada, estaba bien equipada y había una enorme variedad de hierbas. Era un placer cocinar allí. Introdujo el pescado en el horno y echó un poco de arroz en una cacerola de agua hirviendo. Luego, bebió un vaso de agua, regresó a la sala de estar y se dirigió directamente hacia el piano. Alex le había dicho que, en efecto, era el piano de Will. Hacía años que había dejado de tocar, aunque alguna vez había sido una pianista bastante buena. Quiso saber si podía hacerlo de nuevo. Tragó saliva cuando leyó la partitura que estaba sobre el piano.

—¿Lo intentarás? —preguntó Alex, acercándose a ella.

—Esto supera un poco mi nivel. La sonata Waldstein, el Impromptu de Schubert, todas estas piezas increíblemente difíciles de Chopin. Ni un solo nocturno a la vista. ¿Era tan buen pianista?

Alex asintió decididamente. Ella, por el contrario, meneó la cabeza.

—Entonces, tendré que practicar —concluyó. Lucy movió el violonchelo y miró a Alex—. Era tuyo. La lira del dios Apolo —dijo sin dudar.

—Lo he abandonado, no tengo tiempo. Solíamos tocar tríos, Will y yo éramos los menos diestros, mi madre era una violinista de primer nivel. Cuando ya no pudo tocar debido a su enfermedad, yo también dejé de hacerlo. Will siempre tocaba para ella, cuando llovía se pasaba días enteros frente al piano. Yo no podía imaginar que estaba enferma. En los últimos tiempos todos nos reuníamos aquí para tocar. —La voz de Alex se fue apagando a medida que hablaba—. Por favor, toca un poco de música. Es triste que un instrumento tan bello esté silencioso.

—No te hagas demasiadas ilusiones —repuso Lucy con suficiencia, aunque ansiaba acariciar las teclas. Miró a Alex un rato, hasta que se decidió. Sus manos, bastante seguras, encontraron su camino sin dificultad. Alex la escuchaba mientras ella tocaba una pieza de Debussy. No era una obra particularmente difícil, pero la interpretaba con gran sentimiento. Le conmovió especialmente su elección. La pieza era breve y a modo de aprobación, él asintió cuando terminó.

—La niña de los cabellos de lino —dijo, con voz tenue—. Will solía llamarla «La niña de los muslos de caballo» —Lucy rió al oír la ocurrencia—. Había olvidado que era tan bella. ¿Puedes tocarla otra vez?

La joven accedió de buen grado y el tiempo retrocedió para Alex mientras las notas se desgranaban hasta llegar al día de su boda, cuando se casó con Anna. Will había dicho que el cabello de Anna era como «el viento entre los maizales» y había interpretado esa pieza para ellos en la iglesia del pueblo donde ella había nacido, en Yorkshire. Y le había dicho a Alex que si realmente la amaba se mantuviera firmemente unido a ella. Se preguntó qué le diría Will ahora, acerca de Lucy.



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